En lo que son los comicios más secretos del mundo, finalmente llegó el día del comienzo del cónclave que debe elegir al sucesor del Papa Francisco. Pero como era altamente probable porque no se logró en más de un siglo, la primera y única votación de la jornada inicial arrojó que ningún cardenal había logrado los dos tercios de los sufragios requeridos para ser pontífice.
Aunque lo más posible era que la chimenea que sobresale del texto de la majestuosa Capilla Sixtina donde votan los cardenales saliera humo negro -o sea, que aún no había nuevo papa-, la demora en hacerlo -tardó una hora y media más de lo que se preveía- generó ansiedad entre las 50 mil personas que se concentraron en la Plaza de San Pedro a la espera de esa señal.
Si bien anoche el Vaticano no explicó las razones, se cree que por tratarse del cónclave más numeroso y diverso, con 133 cardenales electores procedentes de 71 país, de los cuales más de cien participan por primera vez de la elección de un pontífice, ello demoró el proceso, como también que se extendió la reflexión del predicador de la Casa Pontificia.
Los 133 cardenales electores -menores de 80 años- habían ingresado en procesión a la Capilla Sixtina a las 16,30, hora de Italia, tras haber participado por la mañana de la Misa Pro Eligiendo Pontífice, en la que el decano del colegio cardenalicio, el cardenal Giovanni Re, les pidió unidad a los cardenales y que dejen de lado “cualquier consideración personal” al votar.
El pedido de Re se vinculó con la puja por imponer a su candidato entre los cardenales conservadores, moderados y progresistas, luego de un papado disruptivo como el de Francisco, en el que no sólo mostró actitudes de cercanía y austeridades, sino que avanzó en decisiones resistidas por los tradicionalistas como que los divorciados en nueva unión puedan comulgar.
El cónclave es conducido por quien era hasta la muerte de Francisco el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, uno de los candidatos a papa por los moderados, mientras que el principal candidato de los progresistas es el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Matteo Zuppi, y por los conservadores el arzobispo de Budapest, Peter Erdó.
Bajo la representación del Juicio Final, de Miguel Angel, los cardenales uno por uno juraron secreto poniendo su mano sobre los evangelios y a las 17.40 se proclamó el solemne “Extra Omnes” (“todos afuera”), pronunciado por el Maestro de Ceremonias, monseñor Diego Ravelli, tras lo cual se cerraron las puertas de la Capilla Sixtina y solo quedaron los cardenales.
Luego de la meditación del predicador Raniero Cantalamessa, los cardenales se abocaron a la primera votación para la cual debieron escribir en una papeleta blanca el nombre de su candidato y doblarla a la mitad para que el voto sea secreto, se acerca al altar y lo deposita en una urna vigilada por los tres escrutadores mientras realiza un juramento de que lo hace con libertad.
Al concluir la votación, uno de los escrutadores pasa cada papeleta a otra urna para comprobar que el número de papeletas coincide con el de cardenales.Los tres escrutadores leen el nombre y uno de ellos es el que lo apunta, lo lee en alto y perfora cada papeleta con una aguja uniéndolas todas con un hilo.
Finalmente, el camarlengo -en esta ocasión Kevin Joseph Farrell- las recoge para hacer el acta y luego quemarla en la estufa con un producto químico que es el que provoca que la fumata sea blanca o negra.
A partir de este jueves habrá dos votaciones a la mañana y dos a la tarde produciéndose la fumata en torno a las 12 y a las 19, salvó que se llegue a los dos tercios en la primera votación matutina y vespertina y se anticipe la salida del humo, que obviamente será blanco.