El Cuarto Congreso de Lausana no solo es una reunión multitudinaria. También se busca una amplia representatividad de la iglesia evangélica mundial. Uno de los objetivos que remarcó la organización es que los evangélicos tenemos que escucharnos mejor mutuamente, y ese esfuerzo por que la conversación no sea dominada por ningún actor está muy presente.

De la misma manera, Lausana muestra cómo el mundo evangélico está abriendo sus oídos la voz femenina. La participación en la plataforma principal es hasta ahora paritaria, y el número de mujeres asistentes al Congreso se acerca al 29%. El documento maestro para este encuentro, El estado de la Gran Comisión, ha contado con un 40% de mujeres autoras. Supone un gran progreso, teniendo en cuenta que en el primer congreso de Lausana, hace 50 años, no participó ninguna mujer.

El primer día, los asistentes pudieron escuchar a Sarah Breuel, originaria de Brasil pero sirviendo desde hace años en Italia y en la organización “Revive” en Europa, hablar sobre la necesidad del arrepentimiento como “el camino hacia el avivamiento”. Breuel, que considera a Europa un continente “no poscristiano, sino “pre-avivamiento”, invitó a dejar que el Espíritu Santo nos una como iglesia global, dejando de lado recelos históricos.

Femi Adeleye, uno de los varios ponentes que procede del continente africano, enfatizó la importancia de que sea el Espíritu Santo quien guíe a la iglesia en la misión. Adeleye predicó en base a Hechos 2 y desafió a los asistentes a confiar en su guía “y no en nuestros planes”, recordando que el Espíritu Santo “es el mismo ayer que hoy, y por los siglos de los siglos”. “Las señales y milagros están vigentes”, añadió Adeleye, que mostró su firme convicción de que estas no son “actos aislados” ni “un fin en sí mismas” sino “evidencias del poder de Dios que refrendan el mensaje liberador del evangelio”.

El avivamiento fue el tema de la mañana, y el obispo Yung Hwa, de Malasia, compartió cómo este se ha ido manifestando en distintas áreas de Asia a lo largo del siglo XX. Kwabena Asamoah Gyadu, de Ghana, animó a la iglesia global a recuperar la fe en la obra sobrenatural de Dios, confiando en que Jesús nos prometió “no dejarnos huérfanos”. “Lo que ha ocurrido en África, el crecimiento del cristianismo en tantos lugares de forma explosiva, no se puede explicar si no es por la obra del Espíritu”, añadió el pastor y teólogo.

La tarde del lunes se dedicó a examinar cómo la iglesia se aproxima a algunos de los desafíos contemporáneos en la actualidad. Ruth Padilla reivindicó que la iglesia no olvide que el amor al prójimo y que el llamado de Miqueas, hacer justicia y amar misericordia, están en el corazón de la misión. Padilla se expresó de forma contundente sobre los desafíos que “no pueden ser ignorados ni silenciados”, entre ellos, la diferencia entre ricos y pobres, la marginación de colectivos, el racismo, la desigualdad de género o las guerras “impulsadas por la industria militar”.

Padilla recordó que el concepto de “misión integral” no puede ser abandonado, y que las teologías que presentan un mundo que se dirige a una catástrofe no deben llevar a la iglesia a lavarse las manos de la misión redentora llamada a cumplir.

Su mensaje conectó bien con el que presentó justo antes Katharine Hayhoe, una científica climática que lleva muchos años trabajando para concienciar sobre el problema del calentamiento global y sus consecuencias. Hayhoe apuntó a que, como cristianos, mostraremos el verdadero amor si actuamos para frenar el deterioro de nuestro planeta. “No se trata de un problema político o de ciencia, es un problema que apela a nuestra fe”, dijo Hayhoe. “¿Cómo vamos a decir que amamos al prójimo si no nos lo tomamos en serio?”, comentó. “La Biblia nos dice que no nos dejemos guiar por el miedo, porque hemos recibido un espíritu de poder para actuar en amor”, concluyó la científica.

Vaughan Roberts, de Reino Unido, abordó la necesidad de abordar con fidelidad a la Biblia los desafíos que se presentan en el ámbito de la identidad y sexualidad humana. El teólogo y escritor expuso con firmeza que la enseñanza bíblica “no cambia”, es “firme y clara” respecto al sexo: hombre y mujer han sido creados por Dios, el sexo ha sido “diseñado por Dios”, el lugar de las relaciones sexuales “es el matrimonio”, este “es solo entre hombre y mujer”, y “es para siempre”.

Roberts recordó cómo en la sociedad occidental se “celebra” la revolución sexual, y a la vez se ignoran sus consecuencias. “La generación actual está dominada por la ansiedad y la soledad”, expuso Roberts, que identificó el legado de la “revolución sexual” como “el colapso total de la familia, y la desprotección de los más débiles”.

“Debemos entender el modelo de Dios: creación, caída, redención. Nos podemos gozar en el diseño de Dios” aunque la “revolución sexual dice que esto es malo, que lo importante es que uno se realice según desee”, pero esa es una expectativa “falsa”. Roberts expresó que las iglesias que han abierto sus puertas a un entendimiento liberal de la doctrina del matrimonio y la sexualidad “están en situación terminal”, y pidió a las iglesias del mundo mayoritario que “orasen por nosotros”, la iglesia occidental que se mantiene firme en medio de fuertes presiones.

Pero las iglesias, dijo Roberts, no pueden ignorar que “todos somos pecadores, y eso nos debe llevar a la humildad”. El predicador inglés animó a los cristianos a ser “compasivos”, a crear “comunidades que acojan y sanen”, y sepamos que el ejemplo de Jesús implica una perspectiva “de acogida”. “Estemos abiertos para hablar con las personas que luchan con su identidad sexual. Yo mismo soy un ejemplo de ello, pero sé que mi identidad no está en lo que sienta: mi identidad está en Cristo”, expresó Roberts. “Esa es la revolución de Jesús que nosotros debemos predicar y vivir”, concluyó.

El tema de la identidad sexual y sus desafíos es uno de los aspectos destacados en la “Declaración de Seúl”, que desde el Movimiento de Lausana publicaron hace solo dos días, coincidiendo con la inauguración del Congreso. “Junto al Estado de la Gran Comisión, esperamos que estos documentos ayuden a generar una conversación sustancial y relevante entre los participantes del Congreso y más allá”, como herramientas que sirvan para responder a los desafíos contemporáneos que la iglesia enfrenta a nivel mundial.